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miércoles, 18 de septiembre de 2013

SER FLEXIBLE Y ADAPTARSE A LOS CAMBIOS




“Todo cambia, nada desaparece. No hay nada en el mundo que sea permanente. Nada avanza de manera inexorable. Todas las cosas creadas son de naturaleza cambiante. Incluso los siglos se deslizan en constante movimiento”



Constantemente todo cambia a nuestro alrededor… y también en nosotros. Los ciclos son necesarios e inevitables. No podemos conseguir que siempre sea verano, aunque esta sea una idea apetecible a priori ¿Te gusta y te sientas comod@ en el cambio.

El cambio tira de nosotros en muchas direcciones. Una parte de nosotros lo teme, tenemos nuestros hábitos, los cuales tienen su función y su parte positiva. Los hábitos nos permiten estar dentro de nuestra zona de comodidad. En todo caso los cambios externos nos pueden dar miedo. También, esta sería la otra cara de la moneda, los cambios son estimulantes. Nos gusta la novedad y las cosas nuevas. Ambas partes conviven en cada persona, en proporciones diferentes.

Podemos cambiar nuestras conductas, nuestras emociones, nuestras actitudes e incluso nuestra personalidad, si bien esa en menor medida y de manera más lenta. Si bien tendemos a la estabilidad y a la permanencia – somos animales de hábitos – cuando encontramos algo que no nos satisface movilizamos la energía necesaria para la transformación.

Si el cambiar anticipamos que nos causará problemas, esto se puede convertir en una muralla. Sin embargo, retomemos aquí el pensamiento de los cambios como oportunidades, con el que estoy muy de acuerdo. Evolucionar nos permite dejar atrás. Mutar, limpiar, ordenar. Así ante cada cambio, con esta actitud, podremos considerar esa situación como un progreso, como un crecimiento.

Lo físico cambia, lo psicológico también; una de las cosas que los psicólogos en consulta vemos más es el no querer cambiar, el no poder o el temerlo.  Si bien puede ser un tormento el no aceptar las situaciones tal y como son, si cuando cambian las recibimos como vienen, podremos fluir y buscar soluciones. Por supuesto, hay acontecimientos buenos, neutros y malos y sus consecuencias son diferentes en cada caso. Pueden haber tensiones relativas al cambio: ¿cómo las afrontamos? Quiero compartir contigo algunas indicaciones:

- Aceptar. Aceptar no significa gustar. Significa que la cadena de acontecimientos para que algo sucediera se ha dado en nuestra vida. Pensar que las cosas deberían ser diferentes no es atender al orden natural de las cosas.

- Pensar – meditar. El dedicar un tiempo a relajarnos y a pensar objetivamente sobre nuestros cambios nos puede proporcionar una mirada más clara. La meditación, en sus diversas formas, ayuda a desarrollar una visión más ecuánime.

- Ejercitar nuestra flexibilidad en el día a día. De manera proactiva y constante.

Precisamente es la flexibilidad la herramienta que nos permite adaptarnos a los cambios. El que no salgan las cosas tal y cómo queríamos que sucedan no lo llevamos bien. Sin embargo a veces las cosas no son por casualidad, si no que son una “causalidad”. Dejemos que surjan las cosas. Es imprescindible. Incluso más divertido en ocasiones.

Pueden haber aspectos inamovibles en nosotros, como nuestros valores y que nos guste manifestar en ocasiones. Otros serán menos importantes. Valorarlos será todo un arte y un bonito reto: puede que valore como lo más importante mi paz interior. Todo lo que no tenga relación con ello, será accesorio, según tu escala de valores.

Precisamente esta flexibilidad nos permite en ocasiones a no luchar en las diferentes situaciones, manteniendo además lo que valoramos. Finalmente el saber adaptarnos nos hará personas más evolucionadas, más maduras y más completas.

Antoni Martínez. Psicólogo

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