“Todo
cambia, nada desaparece. No hay nada en el mundo que sea permanente. Nada
avanza de manera inexorable. Todas las cosas creadas son de naturaleza
cambiante. Incluso los siglos se deslizan en constante movimiento”
Constantemente
todo cambia a nuestro alrededor… y también en nosotros. Los ciclos son
necesarios e inevitables. No podemos conseguir que siempre sea verano, aunque
esta sea una idea apetecible a priori ¿Te gusta y te sientas comod@ en el
cambio.
El cambio tira de nosotros en muchas direcciones.
Una parte de nosotros lo teme, tenemos nuestros hábitos, los cuales tienen su
función y su parte positiva. Los hábitos nos permiten estar dentro de nuestra
zona de comodidad. En todo caso los cambios externos nos pueden dar miedo.
También, esta sería la otra cara de la moneda, los cambios son estimulantes.
Nos gusta la novedad y las cosas nuevas. Ambas partes conviven en cada persona,
en proporciones diferentes.
Podemos cambiar nuestras conductas, nuestras
emociones, nuestras actitudes e incluso nuestra personalidad, si bien esa en
menor medida y de manera más lenta. Si bien tendemos a la estabilidad y a la
permanencia – somos animales de hábitos – cuando encontramos algo que no nos
satisface movilizamos la energía necesaria para la transformación.
Si el cambiar anticipamos que nos causará
problemas, esto se puede convertir en una muralla. Sin embargo, retomemos aquí
el pensamiento de los cambios como oportunidades, con el que estoy muy de
acuerdo. Evolucionar nos permite dejar atrás. Mutar, limpiar, ordenar. Así ante
cada cambio, con esta actitud, podremos considerar esa situación como un
progreso, como un crecimiento.
Lo físico cambia, lo psicológico también; una de
las cosas que los psicólogos en consulta vemos más es el no querer
cambiar, el no poder o el temerlo. Si bien puede ser un tormento el no
aceptar las situaciones tal y como son, si cuando cambian las recibimos como
vienen, podremos fluir y buscar soluciones. Por supuesto, hay acontecimientos
buenos, neutros y malos y sus consecuencias son diferentes en cada caso. Pueden
haber tensiones relativas al cambio: ¿cómo las afrontamos? Quiero compartir
contigo algunas indicaciones:
- Aceptar. Aceptar no significa gustar. Significa
que la cadena de acontecimientos para que algo sucediera se ha dado en nuestra
vida. Pensar que las cosas deberían ser diferentes no es atender al orden
natural de las cosas.
- Pensar – meditar. El dedicar un tiempo a
relajarnos y a pensar objetivamente sobre nuestros cambios nos puede
proporcionar una mirada más clara. La meditación, en sus diversas formas, ayuda a
desarrollar una visión más ecuánime.
- Ejercitar nuestra flexibilidad en el día a día.
De manera proactiva y constante.
Precisamente es la flexibilidad la herramienta que
nos permite adaptarnos a los cambios. El que no salgan las cosas tal y cómo
queríamos que sucedan no lo llevamos bien. Sin embargo a veces las cosas no son
por casualidad, si no que son una “causalidad”. Dejemos que surjan las cosas.
Es imprescindible. Incluso más divertido en ocasiones.
Pueden haber aspectos inamovibles en nosotros, como
nuestros valores y que nos guste manifestar en ocasiones. Otros serán menos
importantes. Valorarlos será todo un arte y un bonito reto: puede que valore
como lo más importante mi paz interior. Todo lo que no tenga relación con ello,
será accesorio, según tu escala de valores.
Precisamente esta flexibilidad nos permite en
ocasiones a no luchar en las diferentes situaciones, manteniendo además lo que
valoramos. Finalmente el saber adaptarnos nos hará personas más evolucionadas,
más maduras y más completas.
Antoni Martínez. Psicólogo
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